Esta historia está dedicada a mi madre, a mis hermanos y a mi padre, y a sus respectivas familias. Y por supuesto, a mis hijos. La publiqué por estos días en inglés con el título de "Lady in Red" (Señora vestida de rojo). Entre los comentarios que recibí al publicarla, venía una nota de mis tíos, que me recordaron cómo llamaba Tití a su querida cuñada. Entonces decidí cambiar el título en la traducción, que debo decir, es de la autoría de mi querida tía. Este blog obedece a mi necesidad de compartir mis recuerdos con mi familia y amigos. Sólo me dejo llevar por los recuerdos y mis sentimientos, muy personales. Si alguien cree que le causará un mal rato esta lectura, por favor le pido que siga de largo, pues mi intención no es más que rescatar del olvido la esencia de nuestros seres queridos, para las generaciones venideras. Y a los que les guste, pueden agregar sus comentarios, me darán una gran satisfacción.
Otra vez estoy haciendo maletas. Cada vez que hago maletas pienso en mamá. Me encantaría tenerla cerca, aunque fuese por teléfono, para preguntarle: "¿Qué tal va esto con esto?" o "¿Qué te parece este vestido para la cena con fulano o mengano?" A ella le encantaba vestirse, y vestirnos cuando éramos niños. Ella estaba en su salsa con todo lo que tuviera algo que ver con la moda, nunca perdía la elegancia ... fragancias, telas finas, adornos de piel, pequeños y delicados relojes, aritos de perlas. Aún hoy, después de tantos años de extrañarla, vuelvo la cabeza si percibo su perfume por la calle o en el subte—Alfred Sung, Flora, L'Eau par Kenzo en sus últimos años; aunque su favorito de siempre era Arpège, de Lanvin.
Otra vez estoy haciendo maletas. Cada vez que hago maletas pienso en mamá. Me encantaría tenerla cerca, aunque fuese por teléfono, para preguntarle: "¿Qué tal va esto con esto?" o "¿Qué te parece este vestido para la cena con fulano o mengano?" A ella le encantaba vestirse, y vestirnos cuando éramos niños. Ella estaba en su salsa con todo lo que tuviera algo que ver con la moda, nunca perdía la elegancia ... fragancias, telas finas, adornos de piel, pequeños y delicados relojes, aritos de perlas. Aún hoy, después de tantos años de extrañarla, vuelvo la cabeza si percibo su perfume por la calle o en el subte—Alfred Sung, Flora, L'Eau par Kenzo en sus últimos años; aunque su favorito de siempre era Arpège, de Lanvin.
Mamá era una persona con brillo propio. Estudió literatura en
la Facultad de Filosofía y Letras, y casi se graduó, pero decidió casarse
antes, y cuando llegó el primer bebé—quien les habla—que hizo su feliz
aparición nueve meses en punto después de la boda, sus estudios pasaron para
siempre a un segundo plano, que es un eufemismo para contar lo que realmente
sucedió. Mis padres eran muy jóvenes, en la primera mitad de los veinte. He
visto las fotos en blanco y negro de su casamiento—ella era muy joven y se ve
un poco asustada, delgadísima. A los 21 años, él se ve como lo que era, apenas
un niño. Aunque no era tan bonita por esos días, su delicada piel blanca y sus
facciones finas enmarcaban sus ojos azules translúcidos. Todo en ella era
elegante y frágil. Sus manos, acostumbradas a tocar el piano, eran suaves y
frías al tacto. Mantenía sus uñas cuidadas y pintadas de rojo; “Cherries in the
Snow” y “Wine with Everything” de Revlon eran sus colores preferidos. Tenía el
pelo rubio y sedoso, y se lo arreglaba con suaves rizos alrededor de la cara. A
mis hermanos y a mí nos encantaba acariciarlo y enrollárnoslo en los dedos.
Recuerdo bien cada detalle suyo. Miriam Dolores Fernández de
Polito. Mi hermosa, simpática y pequeña madre. La recuerdo en la cocina, su coin préféré de la casa. Ella había
elegido todos los acabados de la casa que construimos a principios de los ochenta.
La cocina, en el centro de la casa, tenía baldosas rojas, una mesada de
granito, y en las paredes azulejos blancos con una fila de mayólicas estilo
español con una sola flor verde, blanca, y bermellón. La recuerdo andando por
la cocina, con su café, y un cigarrillo descansando sobre la mesada o entre sus
dedos. Sabía que fumar era muy malo, pero era terca, o demasiado orgullosa para
dejarlo. Fumar era su último bastión de rebeldía, en una comunidad y una familia
que era tan unida y así "como debe ser".
Quizás ella era "como debe ser"—quizás todo lo
contrario. Más que nada, su rebeldía era intelectual. Leía a Baudelaire y a Borges,
a Ortega y Gasset y a Pío Baroja, a Hemingway y a Cortázar. Se suponía que tenía
que cocinar y ser una buena anfitriona, mantener el hogar impecable y los niños
impecables. Y le encantaba todo eso. Le encantaba ser la madre y la esposa
perfecta, más que nada en el mundo. Pero siempre se hacía el tiempo para sus
cosas—su jardín bordeando la vereda y sus lindas macetas en el patio, sus
tejidos, y, de vez en cuando, sus tardes de rendez-vous
con su amado piano.
Mamá había estudiado música desde una edad muy temprana. Su
profesor de piano, el Maestro Alsina, era, después de su padre, Ramón, uno de sus
referentes. Había tomado clases durante casi dos décadas, y aunque él falleció poco
después de mi llegada al mundo, he visto su foto por ahí, en algún cajón de
recuerdos. En su juventud, Carlos Alsina había viajado a España y cursado estudios
de piano en la Academia de Enrique Granados, un músico respetado, el autor de
las famosas Goyescas. Le transmitió a mamá sus conocimientos de música y su
amor por Albéniz, Manuel de Falla, Pablo Casals, y otros grandes maestros. Ella
tocaba con pasión, en el piano Kohner vertical que yo heredé. Cuando tocaba,
todo lo demás desaparecía de su radar. Contenía el aliento y entrecerraba los
ojos con una mirada ausente. Podíamos gritar y corretear a su lado, perseguir
al perro, o hacer cualquier desastre, ella seguía tocando, como si nada.
A papá le encantaba escucharla, especialmente cuando tocaba
en reuniones con amigos. El se sentía orgulloso, pues ella lo complacía tocando
sus piezas favoritas—en su mayoría del repertorio folklórico, como Coronación
del Folklore, Adiós alma mía, entre otros tangos, zambas y canciones. Estas
canciones son para nosotros un refugio y fuente inagotable de recuerdos. Para
mí, son un tesoro que puedo conjurar en cualquier momento que quiera, gracias a
su insistencia en que yo aprendiera también a tocar el piano. A veces encendía
un cigarrillo, o traía una taza de café y la apoyaba en el descanso al extremo
del teclado. Enseguida se enfocaba de nuevo en la música y el cigarrillo se quedaba
allí consumiéndose sólo. En mis años de adolescencia, cuando era estudiante de
música, me oía tocar y de vez en cuando se sentaba conmigo al piano. Por
supuesto, sabía que me superaba por mucho, y por delicadeza, nunca tocaba las
mismas piezas que yo estaba aprendiendo.
También le encantaba cantar y bailar. La recuerdo bailando y
riendo con nosotros en la sala de estar, levantando los brazos y haciendo el swing —juntas cantábamos los éxitos del
momento, a veces en portugués o en inglés. Amaba los idiomas. De niña había estudiado
francés, de hecho murió con el sueño incumplido de caminar por las calles de
París, Roma y Madrid. Cuando me casé, y emigré a los EE.UU. a finales de los años
80, se dispuso a estudiar inglés. Sabía que nos visitaría en Nueva York en
algún momento, y le encantó ese nuevo reto. Su pronunciación era divertida, un
poco extraña, ya que hablaba en inglés ¡con acento francés! Nos visitó en Nueva
York, dos veces; la primera cuando Nico estaba por nacer, en 1989 y luego con papá,
en 1993, poco después del nacimiento de Sofía. La primera vez “la mami” vino un
mes antes de la fecha prevista para el parto. Nos pasamos ese mes entre
mantillas y sabanitas, ambas en la "dulce espera". Tejíamos, preparábamos
el ajuar, y nos preguntábamos a quién se parecería el bebé. Yo sabía el sexo
del bebé desde el segundo trimestre, pero ella me había pedido que no se lo
dijese. ¡Imagínense el desafío de mantener semejante secreto! Tenía que referirme
siempre “el o la” bebé, aunque estoy segura de que ella intuía que era un varón.
¿Heredaría “el o la” bebé los ojos
azules de mi marido? ¿Sería "el o la” bebé rubio o castaño? ¿Le gustaría
jugar al fútbol? Ah, por supuesto, sólo si se trataba de "él"…
¡Cuánto nos reíamos! ¿Le gustaría tocar el piano? No sabíamos ... Sólo una cosa
era segura, "él o ella" sería amado, adorado por esta joven abuela.
Cuando nació Nicolás, nos maravillamos juntas en el milagro de los pequeños
pies, los dedos gorditos, la frágil cabecita, con un mechón de pelo rubio—todo
perfecto en “él”.
Mi mamá me enseñó casi todo lo que sé—desde hacer mermelada hasta
a cantar y reír, cocinar y planchar y otras tareas domésticas igualmente "importantes".
Nos enseñó a amar, con ese inmenso amor que envuelve todo en su velo protector.
Nos enseñó a amar la vida, a aceptar sus retos y a saborear los buenos
momentos. Una vez le dijo a Gabriel que la vida es como un hilo de estrellas,
cada una brillando en su propia perfección, y uno debe ver sólo estos momentos,
dejando todo el resto de lado ... No hay punto en el tiempo que sea perfecto,
libre de sombras y oscuridad. Pero si mantenemos el rumbo, y nos concentramos sólo
en lo bueno, la vida es como un cielo estrellado.
Años atrás la perdimos, después de una breve, pero valiente
lucha contra el cáncer. Esos fueron tiempos muy duros. Yo tenía 36 años, y Niky
y yo nos estábamos trasladando a Santo Domingo. Todo a mi alrededor se desmoronaba,
era un desastre absoluto—estaba como loca, sin consuelo. Todo me recordaba a
ella, y a veces era tan doloroso, que no podía ni respirar. No podía borrarme
de la vista su cuerpo delgado, sus ojos hundidos y su abdomen hinchado y adolorido.
Algunos días sentía que todo me daba vueltas, iba por la vida en piloto
automático. Un par de meses después de nuestra llegada a la isla, recibimos una
invitación a una fiesta en el Country Club. Niky estaba tratando de animarme y
quiso que lo acompañara. Me puse un vestido bonito y me pinté las uñas de rojo,
aunque no era entonces mi color habitual, pero pensé que sería bonito para la
ocasión. Me puse mis mejores oropeles, los aritos de perlas de mamá y un anillo
a juego con la forma de una corola. Una vez en la recepción, me tomé una copa
de champán y traté de divertirme. A la vuelta, en el auto, me miré sin querer las
manos y de repente, me di cuenta, se veían igualitas a las de mamá, con ese
anillo en el anular y las uñas de color rojo brillante. Lloré lágrimas
silenciosas que me ayudaron a enjuagar el dolor.
Mi corazón aún llora todos los días por ella. Todos los días
veo algo en casa, o en mi propio reflejo en el espejo, que me la recuerda. Está
presente en los ojos de color azul claro de mi sobrina y en su pasión por tener
todo limpio e impecable, en la risa que suena como una cascada de mi hermano
Miguel, en la barbilla de mi hija, en la malicia en sus ojos, en su amor por el
francés y los idiomas. Ella aparece sin aviso, en los duraznos en almíbar de
Gabriel, cuando siento la Suite Iberia,
en el humo del cigarrillo de un extraño. Ella ungió a Nicolas, su amado nieto,
con sus historias y cuentos. A él todavía le gusta escuchar un buen cuento. Tejió
escarpines, suéteres y mantillas para mis hijos, que luego pasaron a Jero,
Lola, Joaquina y Benjamín, los nietos nacidos después de su partida. Ella es a
la vez mi orgullo, mi inspiración, la reina de mis recuerdos, el ángel de mi
música y mi alegría.
Te amamos, mamá. El año pasado, el 29 de marzo, habrías cumplido 70 años. Con los chicos nos preguntábamos cómo te verías si hubieses llegado a ser viejita. Estuvimos de acuerdo en que serías un poco testaruda, siempre elegante, y en que jamás hubieras perdido tu sofisticación. Serías una abuela maravillosa. Tu jardín seguiría tan bello como siempre; de hecho, los árboles que plantaste han ya crecido. Seguiríamos intentando ser tu orgullo cada día, y compartiendo con vos nuestros problemas y tribulaciones. Con los años, la tristeza ha levantado su velo y recordamos con cariño, y, selectivamente, sólo las cosas buenas. Brillas por siempre en nuestra memoria, mamá, como la más brillante de las estrellas en un cielo nocturno.
Estas son algunas fotos de nuestra familia, de ayer, hoy y algunas entremedio...
Te amamos, mamá. El año pasado, el 29 de marzo, habrías cumplido 70 años. Con los chicos nos preguntábamos cómo te verías si hubieses llegado a ser viejita. Estuvimos de acuerdo en que serías un poco testaruda, siempre elegante, y en que jamás hubieras perdido tu sofisticación. Serías una abuela maravillosa. Tu jardín seguiría tan bello como siempre; de hecho, los árboles que plantaste han ya crecido. Seguiríamos intentando ser tu orgullo cada día, y compartiendo con vos nuestros problemas y tribulaciones. Con los años, la tristeza ha levantado su velo y recordamos con cariño, y, selectivamente, sólo las cosas buenas. Brillas por siempre en nuestra memoria, mamá, como la más brillante de las estrellas en un cielo nocturno.
Estas son algunas fotos de nuestra familia, de ayer, hoy y algunas entremedio...
Miki |
Lola |
los genes se van pasando... |
Gabriel, Miki y Jerónimo |
Mirita y Niky, "ese con quien sueña su hija... señora" |
Nicolás, tu primer nieto |
Sofía, de tal palo, tal astilla |
¡Qué hermoso retrato, Miriam! Tu descripción fue tan buena, que me pareció verla a "Miriam madre" y escucharla hablar con la vivacidad y dulzura que la caracterizaban. Tuve el placer de conocerla en NY y pasear con ella por el Village, cuando vino para el nacimiento de Nicolás. Y después volverla a ver cuando regresó con el Poli.
ResponderBorrarAsí se mantiene viva en mi recuerdo. Un abrazo a la familia. Tu amiga, María
Gracias María por compartir tus recuerdos de la mami. Ella te quería un montón y después de tantos años de haber partido sigue tan viva como siempre. Ahora la idea es que la conozcan los nietos que no la alcanzaron a conocer ni a disfrutar. un beso grandote!
ResponderBorrarMi querida Mirita: hace unas horas he recuperado mi celular que creí haber perdido TODOOOOO: contactos, fotos de mis adorados nietos, uno de los cuales , JOAQUÍN , casi me lo destruye. Tengo una alegría inmensa de haberlo recuperado . Lo primero que hice leer los mensajes!!!! Y me encontré con el más BELLO!!! Y EMOCIONANTE !! Hablando y describiendo a tu madre con tanto amor y profunda admiración!!! Te felicito y te abrazo muy fuerte como te hubiese gustado que lo hiciera tu mamá!!! Gracias por los recuerdos de ella y de mi querido padre!!! Te quiero!!! PROFUNDAMENTE!!!
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